Foto de Jorge Mata. Surimages.
En Sudamérica estamos pasmados con la tibia reacción de los españoles ante los recortes sociales de esta crisis. El domingo salieron unos cuantos a la calle, pero no se entiende porqué se moviliza tan poca gente ante unas recetas cuyos resultados conocemos de antemano. Los argentinos, ecuatorianos, nicaragüenses o bolivianos que leen este blog pueden explicar a los españoles mejor que yo los “ajustes de cinturón” que se tragaron hace quince años, sus implicaciones y las movilizaciones que tuvieron que llevar a cabo para tratar de revertirlas.
En la década de los 90 América Latina se vio obligada a seguir las“recomendaciones” del Fondo Monetario Internacional (el mismo que el de ahora), que obligó a muchos países a reducir los presupuestos de educación, salud, agricultura o construcción de carreteras. Todo para controlar el déficit fiscal, lograr el crecimiento y reducir así la pobreza y las desigualdades. Pero este sacrificio no dio muchos resultados: el producto interno bruto por habitante se redujo un 2% cada año y el crecimiento económico fue el menor en décadas. Un desastre.
La diferencia con España no está en el ajuste, sino en el modo en el que respondió la población. Después de 10 años de promesas incumplidas y de corrupción (en esto sí nos parecemos), la sociedad se movilizó para revertir la fórmula del sacrificio de muchos para el beneficio de pocos. Entre 1997 y 2000, las revueltas populares obligaron a 4 presidentes ecuatorianos a dejar el poder. En Bolivia, la guerra por la privatización del agua del año 2000 fue el comienzo del cambio que se está dando en el país. En Brasil se consiguió algo impensable: llevar un sindicalista a la presidencia. Campesinos sin tierra de Brasil, indígenas de Bolivia, clase media empobrecida de Argentina o vendedores ambulantes de Perú... todos buscaron un beneficio para el conjunto de la sociedad y no solo para ellos mismos.
Se podrán hacer muchos comentarios sobre lo que han supuesto para la región las diferentes movilizaciones populares de hace unos años, pero hay algunos puntos incuestionables. Las políticas sociales actuales, algunas asistencialistas, están aportando un enorme beneficio a la sociedad. Programas como Renta Dignidad para los adultos mayores en Bolivia, Hambre Cero en Brasil, o el incremento del apoyo a la educación en Ecuador han sacado de la pobreza y mejorado la calidad de vida de millones de personas. Todavía hay retos pendientes, como la inversión hacia la pequeña agricultura, pero a ningún campesino sin tierra de Perú se le ocurriría nunca proponer reducir las paupérrimas jubilaciones de su país para que el gobierno les conceda más ayudas a ellos. Otra lección de Sudamérica para España.