MACHU PICCHU Y LATINOAMÉRICA Imprimir
Escrito por editor   
Lunes, 11 de Julio de 2011 10:52
Una llama en las ruinas de Machu Pichu. | ELMUNO.es

Una llama en las ruinas de Machu Pichu. | ELMUNO.es

Machu Picchu es el corazón y el símbolo de Perú. Víctor Andrés Belaunde, uno de los más grandes pensadores latinos, decía que la peruanidad es la síntesis viviente de dos grandes tradiciones, la indígena y la hispánica, enriquecida por el aporte de numerosas culturas que a lo largo de los siglos se han fusionado en el territorio peruano.

La gran característica que nos define es el mestizaje. En Latinoamérica sucede lo mismo. No erraba el mexicano José Vasconcelos cuando dijo que "la raza cósmica" era el rasgo fundamental del continente. Ahora bien, ese mestizaje se enorgullece de su pasado indígena porque la herencia autóctona nos distingue de otras culturas en el mundo.

Machu Picchu, sin dejar de ser el cráter extinto de nuestra pasada opulencia, también es el signo de todo lo que une a los latinos por encima de las diferencias materiales.

Vivimos un periodo histórico en el que numerosas ideologías disolventes pretenden levantar barreras artificiales en el continente, exacerbando los ríos profundos de la desigualdad, la pobreza extrema y la falta de oportunidades.

Es evidente que Latinoamérica tiene graves problemas, algunos endémicos, como el flagelo de la corrupción. Y que estas fracturas nos dividen, generando resentimientos y deseos de revancha. Sin embargo, es más, mucho más lo que nos ata para siempre.

Si los latinoamericanos buscamos alejarnos de la tentación del fracaso, debemos rescatar la vieja tradición unificadora de los incas, prolongada por los virreyes y destruida desde el inicio de la República.

Apelar a lo que nos une

Si en verdad queremos construir una comunidad política sudamericana viable, realista, alejada del drama demagogo, hay que apelar a los que nos une, superando las divisiones económicas y la insoportable desigualdad. De lo contrario siempre seremos una región trunca, un espacio de segundo orden en el panorama global.

Machu Picchu es un símbolo que unifica a los latinos por encima de sus diferencias. Un emblema de hermandad continental. Por eso, cuando veo a la ciudadela de Machu Picchu iluminada en su centenario por las luces del progreso y la Quilla de los Incas, contemplo en el reflejo perfecto de la vieja montaña la posibilidad de soldar a nuestros pueblos en un proyecto político común, abierto, inclusivo, sintético.

Latinoamérica es la síntesis por excelencia. Si algo tenemos que ofrecerle al mundo entero es la experiencia maravillosa del mestizaje, porque somos la prueba fehaciente de que la fusión es posible. Y una sociedad auténticamente mestiza y libre valora la tradición de la que proviene, sin complejos ni revanchismos estériles.

Chateaubriand decía que el paisaje ha sido creado por el sol, “es la luz la que hace únicamente el paisaje”. La vieja montaña, Machu Picchu, bañada por el sol de los incas, irradia una luz propia, una explosión cromática que se clava en la retina del viajero.

Machu Picchu es una gran luz histórica, una flama que ilumina la trayectoria y el destino de lo que Latinoamérica puede y debe ser. El aniversario de su descubrimiento no es sólo para orgullo de los peruanos. Es un día feliz en toda Latinoamérica, porque en esa montaña, en esa vieja montaña duerme una grandeza perdida que juntos, algún día, tendremos que recuperar.

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Última actualización el Lunes, 11 de Julio de 2011 10:56