FELIZA DIA ¡MAMA! |
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Escrito por editor | |||||
Domingo, 08 de Mayo de 2011 17:52 | |||||
Seis décadas de amor![]() 100 años Un viaje de 100 años con una peruana que se quedó en la ciudad Su historia es un viaje de 100 años. Es el viaje de vida de Flora Jiménez Barreto, quien el pasado 19 de abril cumplió 100 años. Nació en Callao (Perú), pero vive en Guayaquil desde los 3. Se casó con el guayaquileño José Iturralde -fallecido hace 44 años- y es madre de 3 hijos, tiene 8 nietos y 9 bisnietos. Flora es menuda y vital. Dueña de un humor chispeante y de una sabiduría que comparte con los suyos. En su juventud trabajó como profesora de bordado, bibliotecaria y enfermera en la maternidad de Guayaquil, durante 35 años. Gusta de los valsecitos criollos, el aguacate con arroz, el café con rosquitas y otras golosinas. Recién ha comenzado a fallarle la visión y el oído. Lo que no le impide bordar, cuidar sus plantas y conversar sobre el hoy y el ayer. En este viaje, narrado por doña Flora, aparece el Guayaquil de ayer con sus hechos, escenarios y costumbres, y también el presente. “Me gusta bailar el vals porque nací en Callao. Guayaquil no solo me gusta, sino que la considero mía. No por los años en que estoy viviendo, sino por mis hijos que nacieron aquí”. Considera que los ancianos no deben ser marginados porque “los viejos hicieron muchas cosas buenas para que los de ahora surjan, cosas que hoy las acoplan al modernismo”. Instalada en el pasado, recuerda la masacre del 15 de noviembre de 1922. Ella vivía en Chimborazo y Ayacucho, era una curiosa de 11 años: “Salí a la esquina de la av. Olmedo a ver qué estaba pasando, lo que había era una balacera. Algunos se trepaban en los árboles, pero de ahí los tumbaban”. No faltan a la cita de sus recuerdos, el Malecón y sus muelles, adonde llegaban las canoas repletas de frutas, plátanos, yuca y otros productos. Al hablar de su rol de madre en sus tiempos expresa que recibieron y aplicaron severas normas de disciplina. “En mi época las muchachas no podíamos tener mucha conversación con el vecino. Cuando nos saludaban hacíamos señas con las que nos comprendíamos”, comenta con picardía y sus familiares ríen. “Ahora las cosas se hacen más de frente”. Sobre la ropa que usaba en su juventud como mirándose en el espejo del tiempo, recuerda: “En mi época nos vestían con cuello cerrado y mangas a medio brazo. No como ahora que a las muchachas casi se les ven los senos. Antes un hombre tenía que observar mucho para ver por dónde estaba la costilla” –risas en la sala–. Cuenta que todos los días se despierta temprano, pero que sale al comedor a una hora prudencial para no ayudar a preparar el desayuno –otra de sus bromas–. “Me encanta el café con rosquitas. No siento dolores en el cuerpo ni mareos, estoy bien gracias a Dios”, dice entre aliviada y agradecida. Esta es la historia –resumida al máximo– de un viaje de cien años. El viaje de vida de Flora Jiménez Barreto.
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Última actualización el Domingo, 08 de Mayo de 2011 17:56 |