"Mi nombre es Mandela y no soy un mesías" |
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Escrito por editor | |||||
Viernes, 06 de Diciembre de 2013 10:20 | |||||
De Nelson Mandela, debe haber cinco escritos recientes. Este es el último. El líder sudafricano, de 95 años, falleció ayer por la noche, en un hospital de Qunu, su pueblo natal. Murió contrario a como vivió, en estado prácticamente vegetativo, después de ocho décadas de activismo. Cuando me pidieron que redactara este artículo temblé. No quise admitirlo, más por vergüenza que otra cosa, pero de Mandela solo conocía que era el personaje de una famosa película sobre rugby, 'Invictus', protagonizada en realidad por el estadounidense Morgan Freeman. Y del otro lado de estas líneas usted se preguntará: ¿Cómo es posible que alguien no conozca sobre Mandela? No es cuestión de conocer al hombre, sino su valor. A diferencia de Ernesto 'Che' Guevara, Mahatma Gandhi y Martin Luther King, Mandela triunfó en vida. Y eso supone mucho para la historia. Supone que sus aciertos políticos, al igual que sus deficiencias, pudieron ser juzgados después de su Victoria. Que, a diferencia de los otros tres, podemos estar seguros de que Mandela no sucumbió ante el poder. Y supone además que su leyenda no fue catapultada por un asesinato. Nace del mito. Apareció por primera vez ante los ojos del mundo el 21 de mayo de 1961. El sudafricano Premio Nobel de la Paz (concedido en 1993) era entonces un guerrillero - o como más tarde le llamaría Margaret Thatcher, "terrorista"- y se escondía en algún lugar de Johannesburgo a la espera del periodista británico, Brian Widlake, de la cadena ITN. Durante su primera entrevista televisiva, Mandela lució barba negra y cabello largo. El rostro era algo más rechoncho que el que nos acostumbraríamos a mirar después que saliera de prisión. Por eso dicen que las prisiones son los mejores gimnasios. Sus gestos (tal y como los describe John Carlin en 'El Factor Humano', considerada la Biblia del Madelismo) eran imperturbables, casi imperceptibles. Durante cinco minutos, Mandela habló de la necesidad del voto igualitario. Su motivación inicial para luchar contra el apartheid, un sistema de gobierno racista que imponía los derechos de la minoría blanca sobre el 85 % de la población sudafricana. El líder del Congreso Nacional Africano (CNA), partido político que acaba de cumplir un siglo de historia, aseguró a Widlake que muchos de sus compañeros creían inútil el no uso de la fuerza contra "un gobierno que solo sabe reprimir". Ese fue el detonante. Nelson Mandela, entonces abogado de 42 años, pasó a encabezar el movimiento Lanza de la Nación (más conocido como MK), brazo armado del CNA. El ídolo. Dice Mario Vargas Llosa, en su artículo 'Elogios de Mandela', publicado en El País, que "los merecidos elogios a Mandela llegan y llegarán". Una profecía de lo que sucede desde hoy, cuando Google se ve azotado por cientos y cientos de entradas que recuerdan al anciano de la tribu de los Xhosas. Y Vargas Llosa adivinó bien. A Mandela todos lo admiran. O eso parece. El fallecido rey del pop, Michael Jackson; el secretario de la ONU, Ban Ki Moon; la familia presidencial estadounidense, Obama. Todos, en su momento, le han rendido homenaje. Lo hizo incluso el expresidente George Bush (a quien Mandela calificó como un mandatario "corto de ideas"), quien aseguró que "el legado de Mandela perdurará por siempre". El político. El dato que más destaca en cualquier apunte biográfico de Madiba, nombre con el que se conoce al "anciano sabio", es el de los 27 años que pasó en prisión por ser considerado terrorista. De los cuales, 18 fue prisionero en el hoy célebre Robben Island, un Guantánamo de la época que Barack Obama utilizó este año como plataforma mediática durante su última gira por África. Peter Mehlman, el famoso cómico guionista de Seinfield, escribió hace una década para Esquire el más irreverente artículo que alguien ha leído sobre el venerable Mandela, a quien se refirió como "el único caso de verdadera rehabilitación carcelaria que conoce, pues un hombre que pasa 27 años en la cárcel, difícilmente quiere reincidir". Y, por irónico que suene, así es. Fue durante este periodo de encierro que Madiba maduró políticamente. Un proceso en el cual comprendió que ganaba más cediendo. Entendió la negociación como renuncia y no como doblegación. Explica esto en detalle en 'Long walk to freedom' ('Largo camino a la libertad'), una recopilación de memorias firmadas por Mandela, pero escritas por Richard Stengel, en la que narra el cambio de las armas por el derecho. Durante sus últimos años de encierro, cuando negociaba su liberación secretamente con el entonces presidente Frederik De Klerk, Mandela fue recogido por un chofer del Gobierno que lo llevó a dar una vuelta por los barrios lujosos de Ciudad del Cabo, sin explicación. Tardó poco en darse cuenta cuál era el mensaje: si quería gobernar el país, "tenía que hacerlo para todos", escribe. El hombre, no el mito. De Madiba se escriben biografías que llenan páginas con datos duros. Precisiones sobre el tiempo en prisión, fechas de negociaciones, números económicos, nombres tribales. Un vano intento por explicar a un ser a través de cifras. Pero lo que queda de Mandela son esos detalles humanos. Saber que se percató de la dominación racial cuando un amigo blanco lo mandó a comprar cigarrillos y él aceptó sin chistar. O que, cuando viajaba como presidente y se hospedaba en hoteles cinco estrellas tendía su cama todas las mañanas, una costumbre de prisionero que no se permitía perder para recordar de dónde vino. Igualdad e inclusión. Más allá de la magnífica estrategia política de utilizar el rugby como un unificador nacional, Mandela dejó un legado invaluable: la Constitución. Una Carta Magna llena de libertades civiles e igualdad ante la ley que, por encima de todo, fomentaba el respeto entre clases antes desiguales. No imponía el respeto, lo fomentaba. Robyn Curnow, presentador de CNN en Johannesburgo, posteó una reflexión sobre el tema. "El pueblo teme perder a Mandela, no porque sea un símbolo, sino porque aún hay miedo". El temor de que todo lo que se ha avanzado puede detenerse o, peor aún, retroceder ante lo que hoy se tiene: un país de igualdad. Sudáfrica, sede de un Mundial, gracias a la marca país que dejó Mandela, no puede permitirse un retroceso porque sería en autogol. El adiós. A diferencia de la mayoría de los mandatarios (sea en la Cuba de Fidel o la Rusia de Putin), Mandela entendió que el poder tiene fecha de caducidad. Por eso en 1999, exactamente cinco años después de ganar las elecciones como el primer presidente negro de Sudáfrica, dejó el cargo, dijo gracias y se retiró de la vida política, no de la política. Lo había advertido cuando llegó al palacio presidencial. Su primera entrevista con un medio sudafricano se tituló: "Mi nombre es Nelson Mandela y no soy el mesías". Una advertencia que muchos líderes expresan en sentido contrario. Es ese el verdadero sentido de Mandela que aún no entendemos. La capacidad de renunciar para dejar los intereses individuales a favor de los colectivos, de renunciar a la libertad a favor de la libertad; pero, sobre todo, renunciar al poder a favor institucionalidad del Estado. Pero de todas las formas de descripción que encontré acerca de Mandela, me quedo con esta: Es el hombre que se parece a Morgan Freeman y que logró que aquellos que se referían a las potencias emergentes como BRICs (Brasil, Rusia, India y China) tuvieran que convertir la 's' en mayúscula: por Sudáfrica. Ese fue Nelson Mandela, el hombre que conocí después de muerto. Reacciones Pide duelo nacional Viva Mandela. Viva Esmeraldas. Vivan los pueblos negros... Si existiera respeto a los valores del ser humano, el gobierno ecuatoriano debería decretar 3 días de duelo nacional y suspender las fiestas de Quito. Abdalá Bucaram - expresidente del Ecuador El fútbol y Madiba En riguroso luto, me despido de una personalidad extraordinaria, uno de los mayores humanistas de este tiempo. Con él compartí la profunda convicción en el extraordinario poder del fútbol para unir al ser humano. Joseph Blatter - presidente de la FIFA Conocerlo fue un honor Una gran luz se apagó en el mundo. Era una figura emblemática de nuestros tiempos; una leyenda en vida, un héroe del mundo. En el país que amó llorarán a un hombre que encarnó la gracia. Conocerlo fue un honor. David Cameron - primer ministro británico Un gran amigo El mundo ha perdido a uno de sus líderes más importantes. Y yo he perdido a un gran amigo. El legado de Nelson Mandela no solo permanecerá en nuestros corazones, sino en nuestras mentes. Bill Clinton - expresidente de EE.UU. Fue un libertador Su lucha rompió un paradigma, no solo para el pueblo sudafricano, sino para el mundo entero. Mandela lideró el más grande proceso de emancipación de la historia contemporánea. Le doy las gracias. Dilma Rousseff - presidenta de Brasil Andersson Boscán Pico - Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla - Guayaquil
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