9 de octubre de 1820 día histórico de la valentía de nuestros próceres. Imprimir
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Miércoles, 09 de Octubre de 2013 08:26

Prendida la primera llama de la libertad el célebre 10 de Agosto de 1809 en Quito, Luz de América, y sellada con el más grande sacrificio el 2 de Agosto de 1810, con la matanza de los próceres, el terreno estaba fecundo para movimientos libertarios como el de Guayaquil, y alcanzar la gloria, terminando para siempre con el yugo español.


El 9 de Octubre de 1820 marcó el comienzo de una serie de revueltas en distintas ciudades de la Real Audiencia de Quito, como en Cuenca (el 3 de noviembre), Guaranda, Riobamba, Latacunga, hasta culminar con la batalla del Pichincha, el 24 de Mayo de 1822, que permitió expulsar a los españoles del territorio ecuatoriano y sellar nuestra independencia.

La Fragua de Vulcano

A fines de septiembre de 1820 llegaron a Guayaquil tres oficiales venezolanos del batallón Numancia: el comandante Miguel Letamendi y los capitanes Luis Urdaneta y León de Febres-Cordero.


Para los patriotas José de Antepara y José de Villamil, estos eran los refuerzos que la causa necesitaba para proclamar la independencia.


El 1 de octubre de 1820, por insinuación de Isabelita Morlás, hija del tesorero don Pedro, José de Villamil organizó en su casa una velada social, formalmente realizada en honor de la jovencita, pero en verdad aquella recepción fue la brillante oportunidad para reunir, sin levantar sospechas, a los patriotas guayaquileños con los oficiales venezolanos y comprometer a los jefes del batallón de Granaderos.
A la medianoche los patriotas juraron triunfar o morir en su empeño libertario. El visionario Antepara llamó a este juramento la Fragua de Vulcano, evocando con ello al dios mitológico del fuego y la forja, hijo de Júpiter y Juno, dotado de la destreza para elaborar las más perfectas obras del universo.

El glorioso día

En la noche del 8 de octubre los patriotas se reunieron para ultimar detalles de la revolución. Luego de ponerse de acuerdo y asignarse las respectivas responsabilidades, cada uno partió a cumplir su destino frente a la historia.
Al amanecer del día 9 de octubre, a las dos de la madrugada, el capitán Febres-Cordero se dirigió al cuartel de Granaderos, cuyos miembros estaban listos con armamento y permanecían en silencio para no despertar sospechas. Febres-Cordero tomó media compañía de Granaderos y se dirigió hasta los cuarteles de artillería, irrumpiendo y apoderándose de las armas y municiones. Se detuvo al comandante de las Fuerzas Reales, al gobernador y a los personajes que asumían el mando y oprimían a la sociedad con sus leyes y reglamentos drásticos.
Al amanecer del día 9 de octubre de 1820, hombres, mujeres y niños, con la dulce compañía de esos primeros albores de la mañana, recorrieron las calles con el grito de “¡Viva la patria!”.

¡La libertad!

Se enarbolaron los balcones de la ciudad con un precioso pabellón de cinco franjas horizontales: tres azules y dos blancas; en el centro azul, tres estrellas que representaban a los tres departamentos del Ecuador, en los que se hallaba dividido en ese entonces. Los ciudadanos guayaquileños celebraban el triunfo de la revolución.
El puerto de Guayaquil proclamaba su independencia de España. José Joaquín de Olmedo, designado jefe político de la provincia, convocó a un Cabildo abierto, el cual se reunió el mismo 9 de octubre.
Al acto concurrieron los miembros del Ayuntamiento y otros ciudadanos notables. En él se decidió nombrar y ratificar autoridades, siempre y cuando juraran lealtad al nuevo régimen independiente. Se acordó también enviar noticias sobre esto a Quito y Cuenca para exhortarlos a unirse al pronunciamiento.
El pueblo se armó y se dirigió al cuartel de Granaderos para prestar su contingente a la defensa. Febres-Cordero se sorprendió de este acto de heroísmo.
De esta manera se redactó el Acta de Independencia de Guayaquil el 9 de octubre de 1820, para lo cual firmaron algunas figuras clave de la revolución para aportar con su valor al pueblo guayaquileño. El golpe, en sí mismo, fue tan exitoso como el de Quito de 1809. Las tropas y el pueblo respaldaron el movimiento y una vez asegurado el control del poder se nombró una Junta de Gobierno presidida por José Joaquín de Olmedo.

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Última actualización el Miércoles, 09 de Octubre de 2013 08:32