2 de Noviembre: Jornada para evocar a los fieles difuntos en Ecuador Imprimir
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Sábado, 03 de Noviembre de 2012 09:00
SANDRA MIRANDA TORRES/ eluniverso.com  Durante la mañana de ayer, en el cementerio Ángel María Canals se registró la asistencia de cientos de personas. La mayoría de las tumbas lucieron pintadas y adornadas con flores y velas.

Durante la mañana de ayer, en el cementerio Ángel María Canals se registró la asistencia de cientos de personas. La mayoría de las tumbas lucieron pintadas y adornadas con flores y velas.

Diez panes, mantequilla y mortadela, acompañado de una soda y colada morada fue el desayuno que este año decidió compartir la familia Cano Vallejo junto a las bóvedas de dos de sus seres fallecidos, que descansan al inicio del cerro, desde la puerta 3, en el Cementerio General de Guayaquil.
“Venimos a compartir –los alimentos– con ellos como cuando estaban en vida, conversamos sobre lo que nos ha pasado este año, es un momento grato”, dijo Liz Cano, de 45 años, quien estuvo acompañada por sus hijos, madre, hermana y cuñada.

La reunión familiar, que la iniciaron a las 08:30, luego de limpiar las tumbas con agua y una brocha, tenían previsto extenderla hasta el mediodía.

El cielo nublado y el aroma de las flores acompañó ayer a esta y a las miles de familias que eligieron el Día de los Difuntos para visitar a los seres queridos.

Entre ellos William Cunalema, de 41 años, quien acompañado con cuatro de sus cinco hijas caminaba por los pasillos del camposanto hacia la tumba de su madre, que falleció hace ocho años.

Él tenía entre sus manos un ramo de flores amarillas que le colocó al pie de la bóveda luego de tocarla tres veces y persignarse. El rezo de un Padre Nuestro acompañó las plegarias que en silencio le dijeron.

“Le pido por la salud de mi familia y le presenté a mi última hija, de cuatro años, para que también me la cuide y proteja”, expresó Cunalema, quien llegó a las 08:00 desde la 35 y Argentina, suburbio de Guayaquil.

Luego de dedicarle alrededor de una hora, tiempo en el que Cunalema le contó a sus hijas lo buena madre que había sido en vida, se despidió y dirigió a visitar las tumbas de la abuela, abuelo, tío y hermano. A cada uno de ellos les llevó flores.

Quienes también recorrieron el cementerio fueron los pintores que ofertaban a cuatro dólares el retoque de la pintura de las bóvedas. Este servicio se ofreció en uno de los bloques que dan hacia la puerta.

Ahí estaba José Naranjo, quien llegó desde el suburbio para visitar la tumba de su padre. Y tras tocar tres veces la bóveda, dice sonriente y en voz alta: “Aquí está tu pelado, el que te friega la vida”. Esta frase, que en vida la decía el padre, la repite como parte de su saludo.

Arrodillado y pintando con delicadeza el marco de la bóveda donde yacen los restos de la que fue su esposa, estaba Ernesto Rivera. “Fue mi compañera por sesenta años. Hace dos se me fue, pero todavía la siento cerca, la extraño”, dijo con voz entrecortada.

Las muestras de fe y afecto a los seres queridos también se evidenciaron en el cementerio Ángel María Canals, en el suburbio de la ciudad.

Tanto la puerta de ingreso a este camposanto como el interior estaban llenos de comerciantes. Los pasillos de los bloques de bóvedas resultaron estrechos para el paso de los visitantes.

En el área de las tumbas, la familia Vera Palma, compuesta por veinte personas, rodeó el sepulcro del abuelo, como ellos lo llaman.

“Es mi papá, falleció hace 36 años. Todos los años para esta fecha lo venimos a visitar, cada vez somos más. Fue un buen padre, cariñoso”, expresó Elena Palma, de 66 años, mientras le colocaba y encendía tres velas, que le representan el amor, paz y el perdón.

Ella, acompañada por sus hermanos, nietos y bisnietos, llegaron a las 08:00 al panteón en una camioneta alquilada desde su hogar, ubicado en Callejón 11 y Domingo Sabio.

Todos, sentados alrededor de la tumba, degustaron de la tradicional colada morada, que este año la compraron. “En años anteriores nosotras la preparábamos, pero en este ya no alcanzamos”, dijo la adulta mayor, quien a las 11:30 ya había visitado las bóvedas de su esposo, hijo y la de su madre. Afirmó que se quedarían, si no salía el sol, unas dos horas más.

En la mayoría de las bóvedas, las flores frescas y las velas encendidas eran la huella de que habían sido visitados.

En el cementerio Sabino Torbay, de Playas, Óscar Cruz acudió acompañado de su esposa e hijo, con dos ramos de flores, para visitar las tumbas de su padre y la de su hijo, que falleció hace dos años. Así como él, cientos de fieles visitaron a sus familiares, que yacen en bóvedas, en medio de maleza crecida y basura. Algunos limpiaron los alrededores de las tumbas.

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Última actualización el Sábado, 03 de Noviembre de 2012 09:03