MADRID. Durante los días que siguieron a los atentados del 11 de marzo del 2004 en las estaciones de trenes de Madrid, altares improvisados reflejaron el dolor y la solidaridad.

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Los cirios volverán a encenderse hoy en Madrid, en los andenes de las estaciones ferroviarias de Atocha, El Pozo, Santa Eugenia y en la calle Téllez.

La memoria evocará, otra vez, la cadena de atentados terroristas que seis años atrás, el 11 de marzo del 2004, se cobró la vida de 192 personas, mientras que el número de heridos ascendió a 1.893).

Entre las numerosas vidas truncadas, seis portaban pasaporte ecuatoriano: Neil Fernando Torres, Oswaldo Cisneros, Segundo Víctor Moposita, José Luis Tenesaca, Ángel Manzano y Liliana Acero.

La respuesta de esta ciudad asaltada por la amargura y la desolación llegó aquellos días en forma de altares improvisados, inundados de mensajes anónimos con palabras de condena y de rabia por el horror de un fanatismo inexplicable. De velas ardiendo y ramos de flores. De versos que lloraban las ausencias.

Ayer, en el sexto aniversario de las acciones terroristas, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) presentó el “Archivo del Duelo”, un proyecto para contribuir a la construcción de la memoria histórica con cada una de las piezas depositadas en esos altares convertidos en lugares de culto durante los tres meses posteriores a la barbarie.

El Archivo suma 70.000 piezas (2.482 fotos, 64 grabaciones de audio y video, 6.432 documentos, 495 objetos y 58.732 correos electrónicos).

En las ofrendas había 919 testimonios católicos. Entre ellas, seis estampas del Divino Niño de Quito y una Virgen del Cisne tallada en madera.

Hubo quien arrancó las cortinas de cuajo y dejó grabada en ellas su dolor. Algún inmigrante utilizó el resguardo de su solicitud de regularización para sumarse a esa reivindicación espontánea y hasta un mantel, el que cubría una mesa de comedor, sirvió para plasmar un único y repetido deseo: paz.

No faltaron las plegarias, unos versos de Antonio Machado o las estrofas de una canción de Bruce Springsteen. La iconografía religiosa, la oralidad y la escritura recalaron en el espacio público como una forma de participación política y de acción social.

A diferencia de lo que ocurrió en EE.UU., tras el 11-S, donde se apreciaba una marcada presencia de mensajes patrióticos y de unidad en torno al Estado; en Madrid, el duelo se articuló alrededor de la ciudad, de los trenes, pidiendo la construcción de un mundo mejor.

“He vuelto a vivir por mis hijos. Sé que no estoy sola. Gracias a España y a toda su gente. Soy de Ecuador y sigo viva”, rezaba otro de esos textos. Nadie lo suscribía. Lo acompañaba, sí, una foto de una mujer de mediana edad abrazada a su hijo.

Contrariamente a lo que se pudiera pensar, sobre el desarraigo “primó la solidaridad, el apoyo y la identificación total con Madrid”, dice Cristina Sánchez Carretero, investigadora responsable de la iniciativa.

A Lourdes Beltrán, viuda de Neil Fernando Torres, le faltaron fuerzas para enfrentarse a esa maraña de mensajes.

Aunque salió viva de uno de esos vagones convertidos en tumbas, hoy no asistirá a ninguno de los homenajes previstos. Lourdes llorará su pena, en silencio, junto a uno de los 192 cipreses y olivos plantados en el parque de El Retiro que recordarán por siempre que el 11 de marzo de 2004 el horror se instaló en Madrid. Y, en su vida.

Detalles: Indemnizaciones
$ 420 millones
El Ministerio del Interior de España ha abonado, hasta el momento, 305’803.440 euros, aproximadamente 420 millones de dólares por indemnizaciones a los afectados por los atentados del 11 de marzo del 2004.

1.832 solicitantes
De las 2.085 víctimas (192 muertos y 1.893 heridos), 1.832 personas solicitaron la compensación (253 están pendientes).

Valor mínimo
La sentencia fijó para los heridos un mínimo común de 30.000 euros ($ 42.000) , valor que se incrementó en función de los días de baja laboral y el grado de las secuelas (se crearon 12 grupos según la gravedad).